lunes, 13 de noviembre de 2017

Una aventura pendiente desde mi niñez: Ascenso a la Cascadas del Purgatorio.

Cuando fui niño, mis primeras dos acampadas con el grupo Scout ( 147-La Merced)  que tuvo su sede en el antiguo barracón ubicado en lo que era el descampado de El Torito fueron en la zona de La Isla, en Rascafría. La excursión culminante para ambas debía llevarnos hasta las Cascadas del Purgatorio. Nunca llegamos a ellas.


Las Cascadas del Purgatorio se localizan en el arroyo del Aguilón, en la cabecera del valle del río Lozoya, del cual es afluente, en la vertiente norte de la alineación montañosa de Cuerda Larga.



El pasado domingo 29 de octubre era el primer día con horario de teórico invierno. Sin embargo, acorde con la nueva estación que nos acompaña (el “veroño”: verano+otoño), el sol amaneció esplendido.

Nos reunimos en la zona recreativa de Las Presillas y comenzamos la andadura. En nuestro caso los seis años de Lucía y los cuatro de Naia y Paula nos ubicaron, muy agustito, en el furgón de cola.


El primer tramo transcurrió entretenido entre cercados con vacas y pequeños robles. Muy entretenido. Nuestro furgón se rezagaba del resto del tren siglero. Tras un desvío a la izquierda los robles crecieron en porte y número. La sombra ayudaba a mantener el ritmo.


Pasado el puente de madera bajo el que transita el arroyo comenzó el ascenso. Los robles dijeron adiós, dando paso al bosque de pinos.

En la última zona más o menos abierta antes de la Cascada Baja aprovechamos para recuperar fuerzas. Los niños disfrutaron jugando al lado del arroyo. Alguno también disfrutó metiendo los pies dentro. Grandes clásicos.


Después del almuerzo, la subida final. El camino se hizo serpenteante y estrecho. El granito fue ocupando gradualmente el lugar de los pinos, para goce y disfrute de los amantes de la escalada.

Y, por fin, en el mirador de madera situado enfrente de la cascada Baja, de unos 10m de altura, a 1350m de altitud, sonrisas y fotos. Conseguido.

Existe una cascada Alta, que no se ve desde el mirador. El acceso exige o bien una trepada para salvar la gran roca que hace de pared o un rodeo campo a través por el pedregal de fuerte pendiente que queda en la margen derecha del arroyo. Quede para cuando sean mayores. Quede para cuando vuelvan solos.



El regreso transcurrió por el mismo camino hasta el puente de madera. A partir de ahí tomamos la orilla contraria hasta Las Presillas.

Una hermosa luna acudió a decirnos adiós.



Gracias, Sigleros. Lo tenía pendiente. En la próxima volvemos a vernos.

Texto: Jesús Almendro (Papa de Lucia de 1º de primaria)
Elección de fotos: Javier Pulido (Papa de Claudia de 5 años
 y de Héctor 6º de primaria)

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